Y así has fundado las ciudades

 

Has caminado lluvias y guitarras,
la débil claridad de las canciones
a dos voces, el júbilo
de cabelleras asomando
a la luz
por la fugaz escala.

Y así has fundado las ciudades
que no olvidas, al margen
de un reloj en tránsito
o de monedas que nunca serán tuyas.

Has recogido con esmero
el brillo de los últimos
rayos de sol sobre la terramúsica,
sin nostalgia de estirpes
o nombres derrotados.

Bajas a la calle ahora
y es un mar de voces, desmesura
de todo su silencio en piedras
traspasadas
de tempestad y aldabas.

Y allí encuentras las cuerdas,
las tonalidades,
vibrantes.

Junto a la luz del río y sus orillas
adentro, a vista de las alas,
bañado por el polen que te dice
lo cierto de la hora,
camino esa canción de llanto y de horizonte.

  

O ser sólo un dibujo

 

… y a su través la tarde azul nos mira…

Carlos Barral

¿Quién desde el alba
no se deshoja y rinde
ante los vendavales?
El corazón del pájaro
llena la madrugada silenciosa
de latidos. Todo es asombro
mudo, espera, apenas máscara
de lo real, oculto, subterráneo.
Palpitan las estrías de la roca,
las pezuñas de los bueyes
resuenan en el aire que pasó,
no hay lagos en silencio,
tan sólo esa caída de las hojas
y las paredes del árbol abatido.

¿Quién desde el alba
se dirige a la luz como al abismo
de los invernaderos,
para posarse en el rocío
o ser sólo un dibujo?
Acurrucados,
absortos en la arena
que se refugió bajo las uñas,
nuestra mirada no despierta
aún. Será preciso un rayo,
con sus llamas de ángel reluciente
o áspero,
y recibir así la extraña

caricia del bosque, de la hoguera,
de la fragilidad
que habita en cálices de lluvia.
Y ver entonces, saberlo,
cuántas lunas y azares
forjaron la corteza deslumbrada.

 

Visión de hielo

 

Primero fue la lluvia. Días
y días de lluvia, sólo lluvia,
semanas y semanas, años
de lluvia. Sólo lluvia.
Lluvia.
Masas de agua incontenible.
Lluvia.
En ocasiones, raramente,
algún rayo de luz nos recordaba
que un tiempo atrás, lejano,
el sol existía.
¿Cómo dar fe de su presencia
en aquellas horas?
Más tarde, de improviso,
todo era noche y frío. Siempre frío.
Se oscureció la noche. No hubo días
por la luz definidos. Fueron horas
de noche, de negrura.
El fuego desapareció.
Los víveres, las provisiones,
intactos al principio, desaparecieron.
Todo era frío.

Todo era hielo: el grito desgarrado
de las madres en el parto,
las gargantas uncidas
al gesto del adiós definitivo.
Abrir los ojos era hielo. Abrir un libro
era entrar en el hielo.
El silencio era hielo. En el aire
los pensamientos habitaban
congelados, fluían hasta el hielo.
Nunca amanece desde entonces,
antes del agua, antes del hielo.

 

Fuga y retorno

 

El recorrido como flecha
-pendiente abajo-
de los hermosos troncos
hasta alcanzar el curso
del río, su perfume
de bosque herido aún enamorado.

El viejo olor de los aserraderos
junto al dulce Garona,
aquellos promontorios
de tablas apiladas, el serrín,
la alfombra de virutas en el suelo
y las paredes rebosantes de herramientas.

El viejo olor de las cordelerías,
de los ultramarinos,
entremezclado con el habla
nerviosa de los compradores.

El viejo olor del pan en las tahonas,
de los pasteles en los obradores.

El olor de los ganados que, en los atardeceres,
regresaban de los montes
a sus establos, saturando calles, plazas,
con lanas polvorientas
y una sinfonía de esquilas.

O el cansino y monótono
graznido de las ocas y los gansos
en sus ciénagas de oro,
señores de los buenos granos de maíz,
de trigo, mas ajenos
a un final en bocas delicadas.

Patria de infancia en cuatro lenguas,
inolvidable patria de la nieve,
del tilo, del nogal, de golondrinas
azulándose en cortados de pizarra,
patria del musgo, de los fresnos, de las truchas,
de las acacias sombreando
veredas convertidas
en hogar de caracoles y de fresas virginales.

Patria encendida en la memoria
azul turquesa de un enjambre de luciérnagas.
Patria también de las cigüeñas sobre
espadañas, campanarios
o al borde de la última laguna y su culebra.

Esta es la Patria remota del Poema,
el manantial del Canto venidero,
un nido hecho de aromas y oraciones
bajo lunas en blanco, pura llama
que arde en el silencio
crepitante de las velas.

Poema, Canto, Patria.
Canto y Poema, Hogar,
fuga y retorno
de lo casi olvidado
de lo vivido.

 

Donde acudir a veces

 

(Chinchón: creer, crear)

Porque todo fue escrito,
callas,
lees,
como si todo
hubiera sido escrito ya.

En tal silencio no colmado
se ofrecen antiquísimas
vetas artesianas
donde acudir a veces,
si hay sosiego, luz.

Se desprenden voces aliviadas
de una presión de roca
casi insoportable, casi irresistible:
la del nogal, la del ciprés,
la del laurel o los olivos,
en sus raíces tan subterráneas,
tan aéreas luego
entre las hojas prolongadas.

¿Cómo saberse solo en ese reino
de soledad y de ternura,
donde la estirpe rinde pleitesía
al paisaje de los hombres
oscuros, sin color? El nabis
va más allá de los murales
exentos y revela matices suspendidos
en la incerteza, -luego
a la vista de todos- como
una sinfonía de colores y nieve.

Se confunden las lenguas en tal hora
si el nabis enmudece.

Aquella voz fluyera
aunque todo esté escrito
y el sonido se lea abandonado.

Imposible saberse
solo o en las afueras de tal reino.

 

Vicente Rodrígez Manchado

 

Vicente Rodrígez Manchado

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