El secreto.

¿Recuerdas aquella locura que nos envolvió en la más bella historia jamás contada?

Era una tarde de abril, la tierra olía a primavera, los arboles cantaban y danzaban a los sones de su propia melodía y ahí estaba él, su virilidad la hizo enloquecer, sus mejillas se ruborizaban con cada gesto, él ensimismado en sus rarezas y ella sólo deseando posarse en su pecho.

“¿Qué le ha causado tanto dolor? ¿Por qué tanto sufrimiento? ¿Me puede decir el porqué de tanta angustia?” –Le dijo, con la ternura asomada en sus ojos.

Apenas se conocían, aquello era solamente un sueño de incertidumbre y lamentos, donde todo podía ser; un volcán a punto de erosionar, el amor, simplemente eso…

Él, tan abrumado, acercaba su mano a la de ella para poder sentir la quemazón de aquellos latidos tan potentes, llenos de lujuria y placer, envueltos en sutil belleza que se entrelazaba entre sus largos y finos dedos. Los fue acariciando hasta llevarla a humedecer su pequeño estruendo de virginidad, erizando cada poro de una piel cálida. El roce era vez más profundo, su majestuosa obra estaba a punto de eclosionar envuelta en un torbellino de sensaciones inexplicables, sus caderas, anhelantes de ternura y un sexo anegado humedad, se alzaban cada vez más con la pretensión de llegar hasta la locura.

En las noches silenciosas, en las que él andaba perdido, siempre lograba hallar el camino que le conducía hasta el lugar donde yacía aquella muchacha ansiosa de tenerlo entre sus brazos, torturada por aquel desatado amor, asediado por el afán venganza hacia lo masculino  y la obscena oscuridad.

Tenía tanto que contarle, que su alma se empequeñecía con cada paso que daba hacia él, apenas si podía plasmar sus sentimientos en una simple hoja de papel, el porqué de tanto dolor.

El amor es lo que la llevaba a frustrarse, a no poder acariciar aquello que no le pertenecía, y entonces su risa se convertía en la pócima mágica que sanaba todas las torturas, porque siempre consideró mejor sonreír, que hacerse vulnerable susurrándole al oído la angustia de un secreto jamás compartido y condenar a dos almas al infierno del recuerdo de un acto brutal.

Irene Vilchez

 

Irene Vilchez

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