COMO PULGARCITO

Sembré ayer un rastro de palabras, las dejé caer entre los enebros, en los vericuetos rizados de helechos, junto a arroyos y zarzas. Fiel a los antiguos cuentos, juzgué que me servirían para volver a ti, para que me abrieras de nuevo la puerta de tu casa. Porque algo semejante ocurrió la primera vez que me abandonaste y, guiada por los suspiros que había dejado tras mis pasos, conseguí desandar el camino hasta traspasar el mismo umbral de tu corazón.

Cuando de nuevo ayer me llevaste al bosque, yo, desprevenida, falta de aliento para sembrar suspiros, solo llevaba conmigo unos cientos de palabras que fui dejando caer en silencio mientras te seguía. Un momento, una distracción, y ya habías desaparecido. Te busqué. Se hizo de noche y no encontré sino enebros fantasmas y fulgores fingidos. Y creció mi temor a los ogros que cocinan vivas las entrañas de los enamorados.

Acurrucada en el hueco de un castaño, me despertó un alboroto de pájaros… Algo raro cantaban, algo más que trinos… Comprendí: gorjeaban canciones de amor hechas con mis palabras. Me acordé de Pulgarcito: los pájaros comen toda clase de migajas.

 Josefina Martos Peregrín

Josefina Martos Peregrín

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